jueves, 20 de diciembre de 2012

Cosas sueltas VII

¡Saludos desde una galaxia lejana!

No sabes la alegría que me produce el poder sentarme a escribirte algo después de tanto tiempo… y más aún que la silla sea de verdad y no una roca. 

Ha transcurrido mucho tiempo desde que me fui y debo decirte que te extraño un montón. Es muy difícil terminar la jornada, no verte y saber que al día siguiente tampoco lo haré. Me cuesta creerlo y aceptarlo.
En fin… te cuento que estoy viviendo en una pequeña cabaña. No tiene luz, tampoco agua… pero si tiene techo, ventanas y algunos muebles viejos (suficiente para mí). No me muero de hambre, ya que cerca de aquí vive un anciano que me regala comida como si nada y ayer, mientras conversábamos de la vida, prometió llevarme a conocer los campos de hielo. ¡Imagínalo! Siempre me han atemorizado las “maravillas naturales” y no sé cómo le ocultaré mi temor.
Para serte franco no tengo ni la menor idea de cómo se llama el lugar donde me encuentro pero es muy bonito. Hay árboles por todos lados y cerros… ¡Dios mío! ¡Centenares de cerros!  Lo increíble del asunto es que dejé de ver casas y personas (exceptuando al anciano) hace aproximadamente 9 kilómetros… y sigo avanzando hacia el sur. Lo más probable es que retome nuevamente la carretera para llegar a aquella cuidad de la que te hablé, pero no me dan muchas ganas de salir de aquí ya que el paisaje es perfecto para mí y aunque parezca extraño… siento que alguien sigue mis pasos. Quizá sea solo mi imaginación, pero no dejo nada al azar ya que hay mucha gente que quiere llegar a la Ciudad Dorada.
Bueno, debo comer algo… Prometo traerte aquí cuando nos volvamos a ver y también prometo escribirte seguido. Es una lástima que no hayas llegado para mi cumpleaños con mi libro.
¡Hasta la vista!
Te quiero y feliz cumpleaños.

Pdta.: Cuida mi libro, es valioso (Supongo que aún lo conservas)



24 de enero de 2010

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9 de marzo de 2012


El mismo día en que un tipo se acercó a mi despacho cerca de la hora de salida, fue el mismo en que Bret volvió a mi cabeza después de mucho tiempo, acompañado, como siempre,  por una pequeña atmosfera de misterios.
Eran alrededor de las ocho y media. Comencé a ordenar las carpetas multicolores que contenían apuntes sobre mi siguiente ensayo enfocado en la creciente corrupción que rodeaba a los hospitales de la región. Planeaba retirarme a casa llevando algo de tarea.
De pronto Paula, mi secretaria, golpeó el cristal de mi puerta y luego asomó la mitad de su cuerpo dirigiéndose a mí con expresión algo temerosa:
“Hay un señor afuera que quiere verte”.-Dile que estoy por marcharme a casa y que vuelva mañana, –respondí.
Paula cerró la puerta y arreglé mi maletín metiendo en su interior mi ensayo inconcluso (de hecho ni si quiera tenía un título) y un articulo para el periódico local íntegramente terminado.
Me levanté del escritorio y arreglé mi blusa cuyo escote estaba saliéndose de control, cuando de pronto Paula volvió a asomar la mitad de su cuerpo por la puerta.
-Lamento molestarte, pero aquel hombre insiste en verte. Dice que debe decirte algo muy importante, –dijo volteando su cabeza y clavando su mirada en el hombre. –Si quieres puedo llamar a seguridad, –murmuró con temor.
“Quiero llegar a casa, darme un baño de tina y librarme de estos tacos que están matándome, dile que puede irse al demonio”-Está bien, hablaré con él.
Apagué el computador, cerré un cajón, tomé mi maletín y salí de mi oficina para encontrarme a mitad del pasillo con aquel hombre “misterioso”.
-Hola, –me dijo.
-¿Hola?, –respondí.
Lucía como esos típicos profesores de historia, con su chaqueta café con codos de cuero, con panza y pantalones extremadamente holgados. Aunque parecía que este tipo había salido de un basural, o por lo menos su ropa. Sus manos tiritaban mientras sostenían un roñoso sombrero negro y tenía un tic en el ojo derecho, lo que me distraía y me provocaba algo de risa.
Tenía muy mal aspecto, es decir, exceptuando su mugroso atuendo… su rostro demostraba mucha angustia.
-No repare en mi atuendo, por favor no sienta miedo, –exclamó con frenesí, estrujando el sombrero roñoso con sus manos visiblemente ásperas.
Me alejé un poco, haciéndole señas de peligro a Paula con la mano oculta detrás de la espalda.
-¿Qué desea?
-Hablar con usted, señorita, hablar.
-¿Si? ¿Y sobre qué?
-Sobre Bret… lo encontraron.
Dejé de hacerle señales a Paula y clavé mirada en los ojos de aquel viejo. Me provocaba desconfianza, pero algo en su rostro me parecía familiar y agradable. Pensándolo bien, cualquiera que viniera a mi oficina a hablarme sobre Bret, aunque fueran puras patrañas, me parecía agradable.
"¿Dónde estás?"







"Ciudad Dorada"





Continuación de Cosas Sueltas II

viernes, 13 de julio de 2012

Cosas sueltas V


Esta mañana al despertar te recordé otra vez, no sé por qué. No sé si lo habré hecho estando completamente lúcido o si tal vez, cuando abrí los ojos, aún estaba soñando. Las cortinas impedían que la luz se filtrara y en el velador, junto a la lámpara, el vaso con agua que olvidé beberme la noche anterior seguía intacto, casi sin vida.
Esta mañana al despertar sentí tu olor en mi almohada. Es como si hubieras dormido a mi lado toda la noche y te hubieras esfumado de la habitación segundos antes del amanecer. La ropa que me había quitado hace siete horas yacía tendida en el suelo como si nada hubiera pasado y bueno, la verdad es que nada pasó.
¿Dónde estás?

13-06-2012

Ptdt: Cata, gracias por la foto.

viernes, 27 de abril de 2012

Miradas


 “¿Quién eres?”, me pregunto al mismo tiempo que lanzas una mirada a través del vidrio.
Estás sentada sin saber que al observarte me siento temeroso como un hombre primitivo ante el fuego, aunque trato de ocultarlo con mi cara de nada.
El fierro suda en mis manos y el calor satura mi cabeza. Cambio de mano y de paso la canción.
Otro pasajero.
Dejas la panorámica que te ofrece la ventana y diriges tu vista hacia adelante, hacia mí (o por lo menos eso intento creer) y entonces ocurre aquel acontecimiento del que estoy comenzando a hacerme adicto: mantenemos contacto visual por una milésima de segundo antes de que bajes la vista, agarres el mechón de cabello que cae por tu cara y lo peines hacia atrás llevando tu mirada nuevamente al vidrio.
Yo miro arriba y abajo tratando de hacerme el interesante, pero no. Supongo que no sabes ni mi nombre. Así es la vida.
El tiempo avanza y sigues escapándote a las 13:45 por la puerta trasera demostrándome que ni siquiera soy un obstáculo cotidiano al que tienes que empujar para ganarle el asiento.
Soy solo un pensamiento que entra sin tu autorización a tu cabeza y juega por un momento a vivir una historia fantástica y casi imposible para luego salir disparado ante razones que son y que, probablemente, serán un misterio hasta el final de mis días.
Estás afuera esperando a cruzar mientras continúo observándote desde el interior, buscando tu respuesta y aunque sé que nunca me la darás… estoy tranquilo ya que puedo estar seguro de que al día siguiente volverás a subir y sentiré el placer de que nuestras miradas se crucen.
Cambio de mano y de paso la canción.

lunes, 9 de abril de 2012

La carta al director que nunca salió a la luz


Señor director:

Muchas veces, como más de alguno de los alumnos del establecimiento, he sentido la necesidad de buscar asistencia médica al sufrir de algún malestar de salud. Lamentablemente no siempre he encontrado dicha ayuda, principalmente porque no hay nadie realmente capacitado para brindárnosla (y si hay alguien su aplicación y colaboración es casi nula).
A lo anterior se suma la precaria instrumentación de fármacos y con esto no quiero decir que deba haber medicamentos totalmente rebuscados y caros, sino que sería conveniente que se constara con un surtido numeroso de los más básicos y efectivos, que por desgracia siempre “se han acabado” cuando he tenido la oportunidad de acudir (directa o indirectamente) a las dependencias médicas del colegio.
A pesar de que para muchos la situación pasa inadvertida, creo que una enfermería bien estructurada, más que solicitarla, debemos exigirla y que es una obligación por parte de la administración entregarnos un servicio con personal rápido y capacitado además de indumentaria constante y de calidad.
Creo que no es necesaria la presencia de alguna ley que obligue al establecimiento a lo anteriormente señalado, basta con recordar que posee el sello de calidad (que es presumido en reiteradas ocasiones) y supongo que es más que suficiente para que se tomen medidas en el asunto.

Atentamente:
Felipe Valenzuela, alumno disconforme con la enfermería del colegio.

Creo que a "alguien"  le molestó un poco que un insignificante individuo se fijara en un punto totalmente descuidado del establecimiento y prohibió la publicación de este documento.

lunes, 27 de febrero de 2012

R e c u é r d a m e




Dijiste que había llegado a tiempo,
que esperaste mucho para sentirte así.
Dijiste que yo no calzaba en tu historia,
pero sin embargo te gustaba que estuviera en ella.
Dijiste que el destino nos separaba
pero que el futuro todo lo haría posible.

Nunca me perdonare por no esperarte
Pero puedo hacer un juramento:
No tocaré otras puertas
No entrare a ninguna habitación
No volveré a llegar tarde
Lo dejaré todo atrás
Y esperaré  a que me recuerdes
cuando la lluvia azote el pavimento
de los días grises de julio,
días grises que yo mismo originé
por un arrebato emocional…

Cada día llegan nuevas noticias
Cada día está lleno de sorpresas
Cada día puedes cambiar
Cada día el sol se pone
Cada día oscurece
Es de noche
Las sombras de tu recuerdo
se apoderan de mi alma.
Pienso en ti cada segundo
y no puedo soportarlo.
Mis lágrimas son el reflejo de tu rostro,
el reflejo de lo que quisimos y no pudimos,
de lo imposible.
Basta de perder tiempo.
Basta de perseguir falsas esperanzas.
Esperaré con impaciencia tu regreso
y llegaremos a tocar lo intocable.
Haremos todo lo que siempre quisimos.
Seré feliz.
Seremos felices, lo prometo.



jueves, 23 de febrero de 2012

Condenados

Tu mirada es dulce. Tus gestos también aunque tratas de ocultarlos al igual que tus sentimientos.
Estamos a punto de estallar. Ambos lo sabemos. Sé que quieres estar tan cerca de mí como yo de ti. Sé que quieres que nuestros labios humedezcan los del otro y que sintamos la adrenalina de hacer algo moralmente prohibido, romper aquella barrera espiritual que muchos rompen por un breve juego de placer. Sin embargo no es placer lo que me obliga a dudar de todo lo que alguna vez estuve tan seguro. Es algo que se ubica encima de mi ombligo, entre las costillas; es algo que se mueve libremente por todos los espacios de mi mente; es algo que atraviesa cada maldito componente de mi alma; es algo que hace que se me ericen los pelos; es algo que me hace muy bien pero que durará poco y cuando se acabe me sentiré vacío… querré morirme. Quizá sea eso lo que lo hace tan interesante.
Verte sentada al borde del camino mirando la nada, o verte feliz con solo caminar a mi lado me hace sentir lleno de vida; hace que una solitaria lagrima ruede por mi cara cada noche antes de dormir cuando recuerdo que no será para siempre, que pronto te dejaré de ver y que quizá me arrepienta toda mi vida por no romper mis propios límites.
Espero impaciente a tu señal, señal que no me das y que estoy seguro que no me darás porque eres inteligente y sabes que me originaría muchos problemas. Tampoco lo haces por auto respeto. No quieres ser usada.
“Nadie lo sabría. Tú callarías, yo también. Sería nuestro pequeño secreto”.
¿Por qué? Esa es la pregunta clave.

No lo sé, créeme que no lo sé. La forma en que te sientas a mi lado, me conversas, me escuchas, te ríes, me miras y luego te ocultas me hace saber que no buscas algo deseoso, pasional… si no que aprovechas cada inocente momento para enmarcarlo en tu libro de recuerdos. Cada detalle te enamora, me enamora. Cada jugueteo inocente nos hace pensar en llevarlo todo a un nivel superior pero estamos condenados... estamos perdidamente condenados.
No hay mucho que hacer. No quiero que todo acabe. Tengo muchas dudas y muchos deseos que quiero cumplir y saborear. Quiero sentirme completamente lleno con un simple abrazo o con solo escuchar tu voz cada día diciéndome lo mucho que me quieres… 
El tiempo corre, las soluciones son casi inexistentes y sé que tú también me deseas tanto como yo a ti.
Debemos esperar.
Yo espero todo el tiempo necesario.