lunes, 25 de noviembre de 2013

Amanecer

Son las 6 de la mañana. Desperté algo asfixiado por la escasa ventilación y porque el escaldasono continuaba encendido. Es invierno. Tengo en la boca un gusto amargo, como el que queda después de tomar vino, pero por mi cuerpo no ha pasado alcohol desde hace mucho tiempo.
Quito lentamente un brazo que descansa encima de mi cuerpo y me levanto con cuidado poniendo los pies sobre el frío suelo de mi habitación sin siquiera inmutarme.

Descanso un momento sentado al borde de la cama mirando un calcetín. “¿Donde estará el otro?” me pregunto a mí mismo mientras recorro con la mirada la enorme habitación. No hay cuerpos.
Me pongo de pie y camino hacia el ventanal. Los vidrios están empañados y, a pesar de que tengo la manía de dibujar o escribir cosas obscenas, hoy no se me antoja, no haré nada más que quitar el seguro, abrir el ventanal y salir al balcón. 

Para ser las 6 de la mañana en un día de invierno completamente nublado, hay mucha luz y por detrás de la imponente cordillera con sus cumbres cubiertas de materia blanca se aproxima el detestable sol invernal que encandila y no abriga. Estoy en calzoncillos y con una polera de mangas cortas a la deriva, sintiendo en cada centímetro cuadrado de mi piel la intensa neblina que azota también a las personas que también emprenden su día… o terminándolo.
Estoy en el piso 7. Se pueden hacer muchas cosas desde tal altura pero ahora solo se me ocurre saltar o escupir. Si hago ambas mi cadáver quedaría mezclado con mis flemas y nadie se daría cuenta. Pero no haré nada de nada, pues aún yaces durmiendo en la cama y jamás te abandonaría por una ocurrencia tan absurda.

Mis manos están moradas y tiesas. Regreso a la habitación sin cerrar el ventanal y te contemplo. Deberías lucir tranquila, pero tu cara es más bien de frustración. ¿Qué tal si esto no es para ambos? ¿Qué va a pasar cuando quieras algo que no esté dispuesto a ceder? Puede ser que quizá las cosas son y no son de cierta forma, quizás todo desechable, incluso el alma, quizás un simple recuerdo de juventud no da para tanto. Vuelvo al balcón. ¿Qué son cinco segundos? En cinco segundos puedo amarte aunque no lo notes. Puedo imaginar cosas increíbles en tan poco tiempo, pero no alcanzaría a contártelas de principio a fin como me gustaría. Quizás solo es cuestión de tiempo.