¿Por qué será que uno frecuenta los tiempos pasados? Ni idea, pero que fortuna poder recordar a pesar
de que ciertos episodios resulten somáticamente amargos. Allí tienen que estar.
La balanza en equilibrio como decía la tía Adelina. A veces extraño cosas que
nunca sucedieron o quizás sí pero en otro universo, quien sabe.
Hace un par de días casi por azar, llamémoslo azar, volví a probar un perfume
que usé en alguna época pasada, uno de aromas levemente cítricos y refrescantes
que viene en una caja azul la cual intencionalmente resalta esas
características. A mi mente abordaron imágenes difusas, muchas miles por
segundo, por un segundo en verdad porque tan rápido como mi olfato se
acostumbraba a aquel intenso aroma las imágenes se distorsionaban, fusionaban o
desvanecían. Pero aquella sensación sí que es adictiva, así que me empapé el
cuello y las muñecas dos o tres veces más para poder encontrar el recuerdo
exacto que quería pero no pude. Solo me vi a mí mismo en el pasado, siendo
otro, en la pieza de una casa antigua arreglándome para salir con ella a
caminar por ahí. Intenté recordar dónde, cerré los ojos, los abrí, recorrí mi
mapa mental de esos años, me agaché, pero mi búsqueda se perdió entre todas las
tantas calles que alguna vez visitamos. Incluso si lo hubiese logrado, por más nítidas
y fotográficas que fueran esas imágenes, los colores de aquellos años ya no existían
más. Ya no estamos donde las papas queman sino donde se quemaron. Ojalá se
hubiesen quemado más lento, quien sabe, quizás en otro universo.