jueves, 30 de abril de 2020

Puentes amarillos


Aquella época había llegado sin avisar. Debí saberlo, la verdad, lo sabía pero no presté atención y naturalmente me vi envuelto en ella. Pero este año es diferente pues siento todo tan ajeno: el viento, mi cuerpo, tú. Qué tramposa sensación la de despertar con sol veraniego y acostarme sin abrigo, sintiendo el frío y la humedad en el aire que me recuerda esas noches en que caminaba entre pasajes con nombres de constelaciones o esas mañanas de domingo después de la lluvia en que me devolvía a mi casa con tu olor impregnado en la nariz. Ahora en el techo resuena una solitaria gota de agua acumulada del rocío, mientras que en mi cabeza resuenan un montón de palabras que ansío poder repetir.
Son noches despejadas y en el horizonte puedo ver hasta donde se difuminan las luces rojas de esas chimeneas tóxicas en la costa. Son noches estrelladas como en el sur. Una vez un sujeto nos dijo que cuando uno quería a alguien tenía que mirar una estrella ya que estas sirven de puente para la unión. Y yo que miré tantas pensándote, ahora me desvelo buscándote en ellas.


febrero, 2020.